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La automedicación es la utilización de medicamentos por iniciativa propia sin ninguna intervención por parte del médico (ni en el diagnóstico de la enfermedad, ni en la prescripción o supervisión del tratamiento).
De lo anterior, se calcula que entre el 10% y el 30 % de la población se automedica, y de ese porcentaje, el 70% suele ser víctima de reacciones no deseadas.
Cada persona tiene unas determinadas características que el médico tiene en cuenta a la hora de imponer un tratamiento, y en muchas ocasiones difiere mucho entre un paciente y otro, por eso es importante no auto medicarnos.
La automedicación sin control médico implica una serie de riesgos para la salud que en la mayoría de los casos son desconocidos por los ciudadanos:
- Toxicidad: efectos secundarios, reacciones adversas y en algún caso intoxicación.
- Falta de efectividad, porque se utilizan en situaciones no indicadas. Por ejemplo, la toma de antibióticos para tratar procesos víricos contra los cuales estos medicamentos no son efectivos.
- Dependencia o adicción.
- Enmascaramiento de procesos clínicos graves y consecuentemente retraso en el diagnóstico y tratamiento.
- Interacciones con otros medicamentos o alimentos que la persona esté tomando. Puede haber una potenciación o una disminución del efecto del medicamento.
- Resistencias a los antibióticos. El uso excesivo de antibióticos puede hacer que los microorganismos desarrollen mecanismos de defensa delante de estos medicamentos de manera que dejan de ser eficaces.
*Fuente: Pfizer, El Espectador, Rioja Salud.
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